Music, my only true love

just let me hear some of that rock'n'roll music

sábado, 30 de octubre de 2010

this is the end, my only friend the end

La vida está llena de finales. La infancia se acaba, el colegio se acaba, la suerte se acaba, la mala suerte se acaba, la ilusión se acaba, la tristeza se acaba, las adicciones se acaban, las relaciones se acaban y hasta la mismísima vida llega a su fin.
Hay finales tristes, alegres, combinación de las dos o finales simplemente normales. Hay finales anunciados y especiales, finales que se hacen esperar, finales drámaticos e inesperados pero también hay finales que llegan y ya está, sin anunciarse pero sin llegar a tener tintes dramáticos de película.
Estos finales resultan el peor tipo de final y más cuando vienen acompañados de una historia intensa por detrás de ellos. Porque para algo especial se necesita un final especial.
A mí me llegó uno de estos finales, un final sin más, normal, un vale, hasta aquí hemos llegado, tan simple que resulta complicado. Esperaba por lo menos un final con un poco más de sustancia, de emoción después de todo lo que he pasado antes de llegar a este final. Quizás era una situación tan forzada que merecía un final así. Quizás no merecía ni lágrimas, ni días tirados por la alcantarilla pensando y pensando en como se hubiera podido evitar el triste y deprimente final.
Después de mil conversaciones que al final derivaban siempre en un jodido quiero pero no puedo. Después de noches sin pegar ojo. Después de rayadas mentales, de fantasías sexuales. Después de nervios, de paquetes de cigarros consumidos con ansiedad, de ganas de dejarlo todo. Después de no poder más, de pensar que no existía más que eso. Después de todo me encuentro con que mi final llega cuando me doy cuenta de lo dañino y repugnante que puede llegar a ser que alguien solo pueda contar con sus adicciones para relacionarse con la gente a la que más quiere, que se crea que sin ayuda de mundos de mil colores no puede llegar a establecer un vínculo emocional de ningún tipo.
Después de ver sus ojos idos y su vida y su personalidad yéndose con ellos, me dí cuenta de que mi final estaba ahí, mi final era ese, mi final no correspondía en una espiral sin vuelta atrás, en una vida llena de vacío, desperdiciando mi capacidad de relación con el resto del mundo, no, ese definitivamente no era el tren al que tenía que subirme, ese tren estaba no solo descarrilado, si no que estaba pudriéndose por dentro, lentamente. Estaba lleno de pasajeros con los que no es recomendable compartir la vida nunca.
Y fue así como me subí a otro tren, al que realmente me pertenece, al tren que seguirá su rumbo hasta encontrar una estación en la que finalice su trayecto, en la que me baje y desde la que después pueda continuar viajando libremente en otros trenes. Y así ir acumulando toda clase de finales.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Nightime

Con una mezcla de nostalgia y alegría subo las escaleras que llevan a mi habitación.
Es tarde, debería dormir. Coloco un vinilo desgastado en el tocadiscos. Lo escucho y lo vuelvo a escuchar hasta casi saberme las letras de las canciones de memoria. El mundo moderno está muy bien, pero el día que algo tenga el crujir mágico de un vinilo dejo toda mi pasión por las decadas pasadas.

Quito los cojines que sirven de adorno a mi cama. Levanto el edredón y me acurruco dentro. Hace un frío de cojones. Cierro los ojos en un intento en vano de descansar algo. Empiezo a sentir taquicardias y algo de ansiedad, me levanto y cojo el tabaco del bolsillo de mi chaqueta aún envuelta en mi edredón. Abro la ventana y me enciendo un cigarro. La calle está silenciosa y solo escucho el crujir de las caladas desesperadas que doy a mi único vicio. Lo termino y sin saber que hacer enciendo otro. Observo la calle y mis ojos recaen en la puerta de mi casa. Por un momento imagino que está ahí, esperando a que le abra la puerta y le entregue lo poco que me queda por perder. Vuelvo a mis cada vez más habituales fantasías. Apago el segundo cigarrillo y sin más me dejo caer en el suelo con un golpe brusco. Debo de parecer una loca, pero me da igual, nadie me está mirando. Me entra rabia, ilusión y odio, todo a la vez. Me digo a mi misma que pare de pensar y de imaginar, que esas cosas no se hacen realidad, no va a esperarme, ni en mi puerta, ni en mi vida. Soy yo la única que está y estará esperando, no sé hasta cuando. Quizás siempre.

Vuelvo a mi cama y le escribo. Me siento liberada y por fin puedo dormir. Recibo una respuesta, la veo 3 horas más tarde cuando aún es de madrugada. Respondo. Y me paso el día esperando su respuesta. No la hay. Sigo esperando. Nada. Vacio. Paso el día de nuevo entre fantasías. Malditas fantasías. Si tuviera que elegir una profesión, sería la de esperadora, se me da de miedo porque todavía sigo esperando.

Vuelve ya o por lo menos, que te hayas ido para siempre porque seguir en este ambiente no da para más. Tanto te espero que desespero.

martes, 26 de octubre de 2010

oh please release me

Leo palabras que hacen que mi cuerpo se estremezca. Los escalofríos recorren mi columna vertebral entera como vientos huracanados en una playa del Caribe.
Palabras que salen de tus dedos, tus finos y elegantes dedos. De tu mente inconformista, depresiva y oscura. De tu lado más dulce, más humano.
Mientras leo, deseo ser la musa que inspira esas historias de pasión desenfrenada, de erotísmo llevado a la enésima potencia, de follar sin parar en Malasaña.
Me adentro en las profundidades de tus relatos y empiezo a fundirme con las letras y con el recuerdo de tu voz sonando en mi cabeza, me siento parte de tu vida aunque no ocupe ni un centímetro cuadrado de ella.
Recuerdo mis saladas lágrimas a punto de romper ese momento tan extraño, tan bonito, tan raro, tan triste. Mi cabeza fantaseaba, tu lamías esas lágrimas de mi cara y nuestros cuerpos húmedos se transportaban a tu cama, a tus sábanas manchadas por polvos mágicos con brujas malas. Yo era pura magia, tu salvación, tu musa. Me idolatrabas y me deseabas más que a nada. Rogabas que me quedara. El sexo y el romanticismo se fundían, era realmente delicioso. Levantabas mi pelo, mordías mi cuello, te acercabas a mi oído y susurrabas: "Tú, tú eres mi cocaína". 
Y después de aquello entrabas en mi cuerpo y difrutabamos, sudabamos y gemíamos. 
Pasión e inocencia en un solo momento. 

domingo, 3 de octubre de 2010

Y apareces otra vez tú

Cuando llevaba tiempo sin escribir me llega la inspiración cogida de la mano de SMS a las tantas de la madrugada. Y no, no eran SMS románticos. Sólo SMS que me dan que pensar, que me dan ganas de que pasen rápido los días y de que las promesas que ellos contienen se vean hechas realidad. Quizás vuelvo a hacerme ilusiones en vano, quizás estoy tropezando por tercera vez con la misma piedra y quizás estoy siendo estúpida. Pero intentar acallar aquello que tu corazón y todo tu ser grita desde dentro sería más estúpido que ser estúpida por dejarlo salir.
Esto es nuevo para mí, bueno más que nuevo poco conocido porque llevo sintiendo esto desde hace meses y por más que intento que estos sentimientos me resulten familiares y acabe determinadolos como rutina, no puedo, no puedo porque son fuertes, son sorprendentes y mágicos y no puedo llegar a acostumbrarme a algo así nunca, jamás.
Veo un final triste al para esta historia o quizás ya esté viviendo el final de una historia que empezó en abril. Quizás no sea más que parte del principio, cómo me gustaría saberlo para intentar dejar de sentir tan solo un momento, pero siendo sincera creo que aunque supiera que esto no lleva a nada y que no va a llegar a ningún sitio no podría evitar sentir, es intenso. O quizás me equivoque y no sea tan triste.
Necesito que todo sea verdad, que todo vaya bien, o más o menos bien.
No cambiaría esto por nada del mundo, no lo haría, porque a veces duele pero aunque duela, sentirme así contrarresta todo, absolutamente todo el dolor que pueda sentir en horas, días, semanas, meses, años, vidas.
Te deseo.