Y no dejas de preguntarme por qué me enfado. Quieres saber lo que me pasa, insistes, intentas hacerme reír. No te rindes. Pero es imposible, las lágrimas amenazan con salir.
Me encantaría decirte todo lo que me pasa, me encantaría decirte que cada vez que te veo mi cuerpo se acelera. Que cada vez que te miro hago el máximo esfuerzo para no cagarla, que eres lo que más deseo en este mundo. Me encantaría poder hacerlo, que por fin saliera todo.
Las palabras se me atragantan, estoy a punto de vomitarlas. Pero hay algo que retiene ese impulso. Supongo que soy una cobarde, me da demasiado miedo que te borres de mi vida. Me da pánico perderte, me asusta ver tu reacción.
Y por todo esto me odio. Me odio porque vivo en la tristeza, vivo en un constante bucle de intentos de olvidarte. Vivo sin saber realmente tu opinión de mí.
Ojalá supieras todo esto. Ojalá yo fuera valiente.
Y todas esas veces en las que creí estar enamorada. Me siento estúpida, eso no fue ni una milésima parte de lo que siento en este momento.
Siento tanta rabia, siento tanta impotencia. Y al final consigo retener las lágrimas y sacar mi cobarde coraje, mi falsa valentía, para decirte que ni yo sé lo que me pasa.
Y cuando te veo salir por esa puerta me desmorono, lloro hasta que no puedo más.
Me estás matando, lenta y dolorosamente.
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