Dicen que al morir pesamos exactamente 21 gramos menos que en vida. Los más románticos opinan que esos 21 gramos perdidos son el alma que abandona nuestro cuerpo. Los científicos dicen que son las sustancias químicas que expulsa nuestro cuerpo.
-¿Hay de verdad un alma?
-No lo sé. Depende del momento.
-¿Del momento? ¿Cómo?
-Simple y sencillamente es así. A veces tengo alma, a veces no. Cuando sufro, siento que hay algo dentro de mí que se va rompiendo a trocitos, lenta y dolorosamente. Cuando la primera lágrima roza mi mejilla y cae al vacío, una ínfima parte de mi alma se escapa con ella.
Cuando recibo alegrías, las partes que he perdido de mi alma vuelven hacía mí, pero no son las mismas partes que he perdido, estos trozos de alma aparecen de la conexión que se forma entre la persona, el hecho o las palabras que te causan alegría. Estas nuevas partículas de alma se quedan contigo hasta que el donante de las mismas te cause sufrimiento, entonces las partículas se van lejos, lo suficientemente lejos para que no las encuentres.
-¿Cuándo no existe el alma?
-El alma no existe en el resto de momentos. Sí, muy tópico, pero para mí es así. Cuando estoy en cualquier otro estado mi alma no existe, mi cuerpo no está formado por más que sustancias químicas y un perfecto mecanismo que lo hace funcionar, nada de almas.
-¿Qué pasará cuando te mueras? ¿Qué liberarás? ¿Química o alma?
-Bueno, eso dependerá del momento en el que me muera.
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