Enamorarse un domingo a las 3 de la mañana. Sí, así son estas cosas, no sabes ni cómo, ni dónde, ni cuándo pero te acaban atrapando. Suceden así, sin pensarlo, sin darte cuenta, de repente estás enamorada.
Y así fue, así fue él día en el que me di cuenta de que había conocido a mi media naranja. Me asusté en el momento en el que no paraba de pensar en ti y todo esto me quitaba el sueño, el aliento.
Pensé que no pararía hasta que nuestras vidas se convirtieran en nuestra vida, nuestra vida JUNTOS.
Me desgasté, me desesperé y lloré. Y mi conclusión de todo aquello fue que sí, que te quiero joder. Que nunca había querido a alguien así, que nunca había pensado en alguien de la misma manera en la que pensaba en ti. Descubrí nuevas sensaciones y nuevos estados mentales tan poderosos que podían hacer que mi mente vagara durante horas en paisajes muy lejanos mientras escuchaba una clase de mecánica, a la que sinceramente no prestaba mucha atención. Sólo con verte, corrijo, sólo con pensar en verte, con pensar en ver tu silueta cruzando la puerta y al hacerlo mirarme y sonreír, se me paraba el corazón y me hacía ser feliz durante todo ese día. Me daba fuerza para continuar en aquellos días en los que sólo me apetecía meter todas mis cosas en una maleta y volver a casa. Esto cruzó muchas veces mis pensamientos, pero en ellos aparecías tú y corrías un velo sobre todas estas locuras. Me hacías seguir adelante y luchar.
Sonaba todo tan bonito, tu voz, la música que escuchábamos juntos, la lluvia cayendo sobre nosotros. Todo esto eran sonidos de alegría para mí.
Pero un día empecé a estar triste. Llegaron las vacaciones y volví a casa durante una temporada. Pensé en ti todos los días. Y supe que nuestro futuro juntos no estaba a la vuelta de la esquina. Estábamos en el lugar, pero por desgracia no era nuestro momento.
Maldije al tiempo, ese tiempo que hacía que no estuviéramos preparados para estar juntos. Hasta que un día me paré a pensar y supuse que cuando te encontré a ti, la vida quiso que nos conociéramos para que un futuro lejano, cuando las cosas sean distintas, cuando lo nuestro pueda ser real, estemos juntos.
Esto puede ser verdad. Aunque pienso que es un mero consuelo con el que intento engañarme a mí misma y conseguir explicarme cómo dos almas gemelas no pueden estar juntas. Y necesito este consuelo, porque jamás podré imaginar que vivo en un mundo dónde las personas que se merecen la una a la otra no consiguen acabar juntas. Necesito pensar que algún día, tú y yo, nos encontraremos en el momento y en el lugar.
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