Estaba en aquel bar, escenario de muchas fiestas a lo largo del año. Esta vez el motivo era el mismo, una fiesta. Se respiraba un ambiente de alegría, de celebración, marcado por el ruído incesante de las conversaciones, ese que ponen de fondo en las películas, sólo que esta vez amplificado, ya que no había protagonistas que debieran ser escuchados por encima del resto. Ahí eran todos importantes.
Era pronto, los invitados iban llegando, así que ella estaba inmersa en el momento rutinario del saludo, los dos besos y en algunos casos las presentaciones.
Esa noche se sentía guapa, así que dedicaba la mejor de sus sonrisas a cada persona que se le cruzaba por delante. Estaba su mejor amiga con ella, y eso hacía que su confianza aumentara, se sentía respaldada.
Cuando terminó de repartir besos, se acercó a la barra del bar, agobiada por la cantidad de gente, y pidió amablemente una cerveza para calmar su sed, su amiga pidió otra. Esa era su noche.
Se bebió la cerveza rápidamente, y el alcohol empezó a subir a su cabeza. Se quedó callada observando a la gente, cuando de repente una figura entre todas llamó su atención. Era aquel chico con el que había compartido tardes y besos en verano. Se acordó que por ese entonces ella estaba locamente enamorada de otra persona y que era por eso que habían decidido poner fin a sus tardes tomando granizado de menta. Realmente nunca lo hablaron, pasó simplemente, pero los dos sabían el porqué.
No lo recordaba tan atractivo, pero estaba segura de que siempre lo había sido. El problema era que ella nunca se había detenido a pensarlo, porque sus pensamientos más profundos habían sido dedicados a otro.
Con todos los pensamientos rondándole la cabeza, empezó a echar de menos el calor del verano, los vestidos cortos, las vacaciones, la forma en la que él la llamaba, los bancos en los que se sentaron y hablaron y se besaron, las veces que pasearon de la mano y ella se sentía radiante porque alguien la apreciaba tal como era, las presentaciones a sus amigos, su coche, cuando él pagaba todo lo que ella quería y todas esas conversaciones interesantes que tuvieron.
Quería correr hacia él y fingir que nada malo había pasado, quería creer que llevaban meses juntos y que eran una pareja muy feliz, pero las cosas no eran así. Su vida amorosa era realmente desgraciada por culpa de aquel, que una vez hizo que abandonara sus tardes de verano con él.
Se saludaron, hablaron y se rieron. Él se fue y la dejó sintiéndose mucho menos preciosa de lo que se había sentido al principio de la noche.
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