Llevo días vagando por el mundo, es lo que más se acerca a mi estado actual. Voy, sin rumbo, sin objetivos, solo oyendo pasos que suenan a vacio en mi cabeza.
El mal tiempo ha llegado, ha inundado mi vida de nubarrones y me ha servido de perfecta escusa para librarme de tener que salir con un destino fijo en estos últimos días. Ignoro llamadas telefónicas alegando encontrarme mal, salgo de mi casa sin decirle a nadie a donde voy ni de donde vengo, solo que estoy yendo.
El último día que salí con un claro objetivo, un destino fijo, fue el último día de sol, el útlimo día entero en el que él estuvo integramente en esta ciudad. Ahora sólo queda su recuerdo y quizás algunas párticulas suyas esparcidas por Madrid. Mientras yo me hundo en la soledad y en la incertidumbre bajo el cielo gris, él disfruta del sol, del calor del sol y del calor de los brazos de ella.
No aguanto más en mi prisión personal, salgo abrigada, camino, fumo, camino y sigo fumando, me siento, mis pies ya no dan para más. Entro en una bonita tienda de donde la gente sale tan contenta que parece que vendieran ilusión. Sólo venden ropa. Me pruebo un par de cosas. No me gusta nada y todo es demasiado caro. Me siento en uno de esos banquitos de probador, nunca he entendido realmente su función, pero hoy descargo en él mi peso como si se me fuera la vida en ello.
Me miro al espejo, si hace un par de días me sentía atractiva y salvaje, hoy me siento fea y vacía. Escucho a la gente quejarse de la cola que hay para probarse la ropa. Me da igual, nada me va a hacer levantarme de ese banquito y mucho menos las ganas de alimentar el consumismo de la sociedad actual.
Pasa un tiempo, pueden haber sido segundos o pueden haber sido horas, no sé, estoy confundida y mareada.
No puede ser que todo esto sea a causa de su ausencia. Intento buscarle otra explicación, otro motivo, pero mientras más pienso, más borroso empieza a estar todo, empiezo a ver la luz del techo alejarse más y más. Siento como si el firme suelo que pisaba antes, fuera ahora una plataforma que sube y que baja.
Plaf! oigo un golpe y dejo de ver, todo negro, todo vacío como yo.
Intento abrirme paso entre las sombras pero no puedo, no me dejan pasar y me dan mucho miedo. Me rindo.
Abro los ojos y oigo el ruido de una ambulancia, veo todo borroso y no sé donde estoy.
Oigo el sonido de la ambulancia cada vez más fuerte, me desespera, no me deja pensar. Intento gritar para que se calle pero no me sale la voz, tengo algo metido en la boca que no me deja hablar. Consigo escuchar a unas personas con una voz preocupada hablar de una chica que se está despertando y me pregunto que le habrá pasado.
Consigo desempañar mis ojos casi por completo y descubro que la chica de la que hablan, la chica que se acaba de despertar soy yo.
Me asusto, intento incorporarme pero mi debilidad no me lo permite, mis brazos se doblan como si no tuvieran articulaciones, la voz dulzona se una mujer de mediana edad me dice que me tranquilice, que todo va a estar bien. No sé por qué debería tranquilizarme si ni siquiera sé lo que está pasando.
El sonido de la ambulancia cesa y me deja pensar mejor. Se abren las puertas y siento como bajan una camilla en la que yo estoy subida, me tapo los ojos antes de que me saquen para evitar que el sol me deslumbre, pero cuando salgo no hay ni rastro del sol, solo hay nubarrones amenazantes.
En ese momento me doy por vencida, cierro los ojos y dejo que las cosas pasen.
Lo siguiente que veo al abrir los ojos es una habitación de hospital y a mi madre mirándome con ese gesto que sólo una madre puede tener. Está preocupada.
Le digo que no pasa nada, que todo va a estar bien aunque no sé que le pasa.
Me abraza sin decir nada.
La curiosidad puede conmigo y le pregunto qué es lo que pasa. Me cuenta que me desmayé en una tienda y que no podían reanimarme, que me trajeron en ambulancia al hospital, que en la ambulacia empecé a delirar y que después al llegar al hospital me volví a desmayar. Me dice que no es nada grave pero que me tendré que quedar unos días en el hospital, también me comenta que algunos amigos han venido a verme y que en 10 minutos les dejarán pasar. Le pregunto qué hora es y me responde que son las 2 de la mañana.
Pasan los 10 minutos como si fueran 10 horas y veo como algunos de mis amigos están entrando, entra el último y cierra la puerta. Ninguno es él. Me siento triste, pero sé que no está aquí, que está muy lejos y que no podrá venir a verme.
Me dan abrazos, me dan flores, charlan conmigo, me cuentan cosas graciosas, alguno hasta bromea conmigo, yo agradezco que todos hayan venido, pero él no está y vuelvo a sentirme vacía.
Cuando todos se marchan un doctor viene a verme, toca cosas por aquí y por allá apunta unas cosas y se va.
Mi madre me dice que intente dormir. Lo intento pero no consigo conciliar el sueño. Empiezo a oír mi ritmo cardíaco y me desconcentro. Al final no puedo más y caigo rendida.
Me despierto sin saber que hora es, quiero irme de este sitio, pero sé que tendré que esperar. Siento una mano que sube y baja por mi espalda, mi madre, le deso buenos días. Pero cuando mi madre habla no es su voz, es la voz de él. Extasiada me giro y veo que él esta ahí, él esta acariciándome. Me sonríe y me cuenta que cogió el primer vuelo cuando se enteró de que yo estaba mal. Me siento totalmente avergonzada y le digo que no hacía falta que interrumpiera sus vacaciones con ella por venir a verme a mí. Me dice que se ha dado cuenta que por mí interrumpiría todo, pero que igualmente cuando salga del hospital y esté mejor tendríamos que hablar. Coge mi mano, la acerca a su boca y la besa, después se acerca a mi cara y me besa a mí, mi ritmo cardíaco se acelera, el sol está brillando fuera. Deseo que este momento no acabe nunca.
Derepente oigo una voz lejana que me pregunta si estoy bien, abro los ojos y me encuentro en el probador de antes, me siento descolocada pero en un momento lo entiendo todo. Todo, absolutamente todo había sido producto de mi cabeza. Salgo y le digo a la amable chica que estoy bien, que había sufrido un mareo, me ofrecé algo pero le digo que estoy bien. Salgo de la tienda y comprendo la jugada que me había hecho mi sucia mente, si antes estaba vacía, ahora lo estaba el doble.
Él seguía lejos con ella, yo seguía vacía y sin rumbo y el cielo seguía nublado.
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