Intentaba conciliar el sueño, estaba cansada pero no conseguía dormir. Decidió escuchar su última adquisición, la banda sonora de una de sus películas favoritas.
Cerró los ojos mientras que sonaba aquella canción que le encantaba, esa canción que reflejaba lo que es estar enamorado, triste pero feliz, con un objetivo en el camino pero sin saber a dónde ir, con ganas de saltar pero a la vez de no hacer nada.
Escuchándo esa canción se quedó dormida, la canción empezó a sonar una y otra vez hasta transportarla a lo que hace meses hubiera sido lo más bonito que le podría pasar. Estaba ahí, estaba con él, había mucha gente pero sólo existían ellos dos, los dos eran felices, los dos reían y bailaban, se besaban y coqueteaban, él subía al pequeño escenario, sacaba sus vinilos y los hacía sonar sólo para ella, todas las canciones eran para ella y esa canción por encima del resto.
Poco a poco el mundo de fantasía empezó a tornarse real. Estaban ellos dos, pero la situación no podía ser más diferente, había mucha gente y ellos eran dos más, la felicidad no los empapaba, reían y bailaban pero con otras personas, esos besos no se compartían y los coqueteos sonaban por el lugar dirigidos a otros.
Él subió y pinchó, canciones buenas y canciones no tan buenas. La noche iba llegando a su fin sin que ellos hubieran cruzado más que miradas furtivas y avergonzadas, pero las palabras no tenían cabida en aquella situación, ya habían habido demasiadas y no nada salió bien.
Y entonces cuando llegó el turno del último tema de la noche, empezó a sonar esa canción, aquella que marco sus sueños, This old heart of mine de los Isley Brothers, y ella no comprendió si todo aquello era real o era parte de sus sueños. No importaba, nada importaba mientras sonara esa canción que le recordaba lo que es estar enamorada.
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